La inutilidad del arte. arte útil que no se usa

Si se dijera que el Arte debe ser inútil por naturaleza, incurriríamos en serias contradicciones, dado que la función del arte es -si no imposible- de muy difícil determinación y éstas han variado y varían según las épocas de la humanidad. Las aplicaciones más obvias del arte se situarían en el diseño y la producción de objetos y vestuario, automóviles, mobiliario, arquitectura, decoración, diseño editorial, publicidad y cinematografía. Pero además, también a música y la literatura, la filosofía, la estética y las representaciones científicas, necesitan del arte para crear las imágenes que ilustren sus teorías. Por lo tanto el arte, que nace sin una utilidad preconcebida, resulta útil para muchos otros campos, ni siquiera atisbados por el artista.

Si por el contrario dijéramos que debe ser útil y destinado a unas finalidades en concreto, volveríamos a fallar deliberadamente ya que entraríamos en contradicción constantemente, puesto que las finalidades y la naturaleza de las manifestaciones artísticas están en continuo cambio y apreciación social, pero también, que el mismo término utilidad, varía o entra en dependencia con la valoración que se haga del mismo. Más que cualquier otra cosa, cerraríamos la puerta a la especulación creativa que conlleva el arte mismo y lo convertiríamos en un pasillo estrecho en el que solo cabrían sus desarrollos prácticos, una especie de artes aplicadas. Sería tanto como decir que la física y las matemáticas solo investigaran aquellos fenómenos que tienen aplicaciones en la industria y la ingeniería. No existiría pues la física experimental y por lo tanto no habría existido la teoría de la relatividad, y ni Hawkins ni Einstein, ni Planck habrían llegado a desarrollar sus teorías de amplia aplicación práctica posterior. Resulta curioso que la sociedad de investigación científica que lleva el nombre de Max Plank se llame “Max-Planck-Gesellschaft zur Förderung der Wissenschaften” Sociedad para el avance del conocimiento, en este caso científico.

Al igual que la Ciencia, el Arte no puede ser contemplado solamente bajo las premisas de su utilidad. Un profesor de química ponía un ejemplo claro. “El sistema periódico” no es más que una tabla gráfica que contabiliza elementos, es decir tan sólo cataloga de manera taxonómica un elenco de elementos químicos con valencias, sin aparente utilidad más que memorística. Muy al contrario, a los ojos de un experto permite hacer cálculos complejísimos de reacciones químicas que es algo muy práctico. Ocurre lo mismo con un ábaco lleno de bolas, para quien no sabe usarlo es simplemente un objeto decorativo o un juego en todo caso. Los orientales hacen un uso bien distinto de él.

Quedaría pues claro que la utilidad del arte depende, de forma amplia, del uso que se haga de él. Este uso estaría relacionado con el desarrollo intelectual de la sociedad en la que convive con otras manifestaciones, de lo que se ha venido llamando genéricamente, el mundo de la cultura.

¿De qué depende pues el uso del arte?

¿El uso del arte, depende en fin de los usuarios? ¿Qué usuarios? ¿Personas, Instituciones, Empresas, Colectivos sociales, Estados? ¿Es medible su crecimiento intelectual, ahora que está tan de moda medirlo todo en términos de productividad?

¿El Arte múltiple actual que navega en la red, es útil? ¿Sirve para algo? O es que su condición laborista no tiene tradición más que en momentos históricos concretos como la Bauhaus y el Arte del Socialismo. ¿Es el arte un entretenimiento caro y está destinado pues a un fin puramente de ocio, para llenar el vacío ocupacional, de las sociedades más avanzadas? ¿Tiene futuro un arte destinado solamente a minorías entendidas o es necesario un arte de la baja cultura que equilibre esta balanza en términos de mayorías numéricas? Como ocurrió con Warhol, Lichtenstein, Koons etc. -y es el caso del arte Japonés de Murakami, ya augurado por el Pop Art, más actualmente relacionado con el Manga.

Se habla del arte de ‘bajo impacto’, del arte realizado por artistas, no para ser exhibido, comercializado o incluido en el hecho social de la museística, sino como pura manifestación que cierra el círculo en torno a su proceso creativo en sí, no teniendo en cuenta al espectador como parte ajena, sino incluido en el proceso artístico inseparable ya de la obra. También de un arte social y de protesta o denuncia cuya finalidad -si es que la tiene- se diluye en las intenciones y los logros de estrategias para mostrar contradicciones, desigualdades, abusos de los poderes fácticos de las sociedades más pujantes y un gran etc. en el que cabe casi todo. Se utiliza en ocasiones el humor en un tono irónico, a veces bastante cínico, que intenta sacudir los cimientos sobre los que se asientan los mecanismos del poder, la manipulación y el lavado de cerebro de los medios de comunicación. Como es el caso de “Yesmen”, Koniec, Gerrilla Girls, Colectivo Gratis y muchos otros etcéteras.

Algunos movimientos actuales y colectivos como el creado por Gordon Matta Clark han sido pioneros en darle una utilidad deliberada a sus manifestaciones artísticas y mostrar las contradicciones que ese desencuentro produce, librerías que no venden libros, restaurantes en los que los cocineros son artistas con tarifas de bajo coste, etc. ¿es esto realmente útil? O su funcionalidad impuesta es más bien una exploración abocada a competir con otras actividades comerciales o empresariales que no obedecen a criterios estéticos y por lo tanto no están limitadas, adaptándose mejor a la satisfacción de las demandas de sus clientes. Otros artistas se han convertido en arquitectos de parques e instalaciones para el uso de actividades colectivas como fue el caso de Robert Smithson y Nancy Holt, Los Harrisons, Hans Haacke.

Por el contrario algunas tendencias de la arquitectura y el diseño contemporáneos han invadido deliberadamente el mundo objetual de la escultura, como es el caso emblemático de Philippe Stark, diseñador de casi todo lo que uno se pueda imaginar.

Es por eso, que cuando hablamos del “campo expandido del arte”, en nuestro mundo contemporáneo habremos de aplicarlo a muchas más cosas. El Diseño de objetos, por ejemplo se ha visto tremendamente influido por este ‘expanded field’ y el mundo del cómic se ha materializado desde la bidimensionalidad de las viñetas impresas al mundo tridimensional del mercado de ‘commodities’. Los relojes que vestimos, los automóviles y motocicletas, la indumentaria y complementos que llevamos puestos, obedecen a inspiraciones documentadas y dibujadas en ese elemento que ha sido llevado a las creaciones cinematográficas más exitosas de nuestro mundo contemporáneo, desde Blade Runner a Gattaca, Minority Report, Matrix, y otros tantos que la lista sería interminable. No hemos entrado en los electrodomésticos y los modelos funcionales de cocinas y decoraciones minimalistas o futuristas que intentan emular a esas inspiraciones de una contemporaneidad acorde con el año 2011 que vivimos y que parece poseer un filón inagotable de propuestas bajo una estética común, parecer futurista o más bien hacernos vivir en lo que antes, en el siglo pasado, se consideraba futurista. Sin duda nuestras sociedades post industriales, se caracterizan por un gusto afianzado por lo tecnológico, lo funcional, multiuso y de una complejidad realmente asombrosa dado el corto período en que se ha producido.

La maquinaria de ‘Metrópolis’ es tan solo una semblanza irónicamente naïf del mundo actual. Es por eso que el arte de la imaginación de Fritz Lang y el ‘Perro Andaluz’ de Buñuel y Dalí salen del mismo tipo de pensamiento, la creatividad sin fronteras ni servidumbres, la aplicación de lo que ahí se muestra, ha hecho crecer nuestra imaginación hasta cotas insospechadas anteriormente. Tal vez deberíamos crear una “Sociedad Friz Lang para el desarrollo del conocimiento Artístico”.

Arte, ciencia y tecnología, han estado unidos desde su invención. De hecho la etimología de la palabra Ars- Artis está más cerca de la ingeniería, que de lo que hoy en día entendemos como Arte.

Pero en el caso de la aplicabilidad de las ideas artísticas convertidas en objetos hay un antes y un después. Está claro que los automóviles, electrodomésticos, muebles y utillaje, el vestuario y todos los complementos inimaginables que son más caros y con mayor valor añadido, los mejor diseñados y eficientes invierten enormes cantidades de esfuerzo tanto económico como humano en convertirlos en piezas de arte.

Cualquier ‘commodity’ proveniente de un estudio de diseño reputado alcanza unas cotas mayores de admiración como objeto estético a la par que funcional. Un sillón “Le Corbusier” una silla de Saarinen, o las piezas de todo tipo de Starke, Aalto, Eames o Danko son admiradas y reputadas por su belleza funcional. Belleza y funcionalidad, son términos para muchos opuestos. Para los practicantes del diseño aplicado a la vida, mas bien al contrario, corren de la mano. Marco Senaldi, el célebre crítico italiano habla de lo ‘humanus’, es decir del Arte humanizado, en el ya famoso binomio Arte-Vida. El Arte puede hacer la vida mejor, en el sentido más cotidiano del término.

Es por eso que la Bauhaus definitivamente apostó por la invención de objetos útiles en lugar de componer obras de arte sin un fin específico, al ser conscientes de un cambio de paradigma social que ocurrió a comienzos del siglo XX con el maquinismo.

Es por eso que la propuesta que hacemos aquí tiene que ver con un mundo nuevo y altamente tecnificado como son las energías renovables.

Todos somos conscientes del impacto visual de los campos enormes de plástico de los cultivos hidropónicos de Almería, de los parques de placas solares repartidos por doquier en todo el territorio nacional. De las cumbres de las montañas y valles de nuestro país silueteadas de molinos de viento. La tecnología y los beneficios de su limpieza, no están acordes con su visualidad. Por decirlo de un modo muy directo, ensucian el paisaje casi tanto como un vertedero de residuos. El proyecto que presentamos aquí se refiere a la colaboración entre artistas y técnicos para crear un producto nuevo de energías renovables, en el que se dote a los objetos derivados, de un punto de vista estético que aporte el valor añadido de lo bello.

Nuestras rotondas de carreteras son un buen ejemplo. Una de las propuestas sería alternar energías fotovoltáicas, eólicas o combinadas, a modo de esculturas, que serían instaladas en ellas modificando su forma industrial, para obtener objetos estéticos cuya funcionalidad permitiría suministrar energía eléctrica al alumbrado y el riego circundante.

En el caso de los llamados huertos solares, tenemos propuestas ya estudiadas de estratificación de células solares con formas que aprovechan el cromatismo tornasolado de los estratificados mono o policristalinos en la creación de formas acordes con criterios asociados al entorno y en muchos casos de gran belleza formal.

En cualquier caso, los generadores eólicos actuales de gran eficiencia, tienen contraindicaciones y problemas colaterales, bastante conocidos. Tenemos propuestas de otros de menor impacto visual, incluso escamoteables y compuestos por materiales y formas que permiten su incorporación a entornos más lúdicos que pueden ser instalados incluso en las ciudades por su bajo nivel de riesgo y desaparición de ruidos.

Sin duda la colaboración entre artistas y técnicos ha de dar sus frutos, como ya los ha dado en otros campos y podemos dar constancia de ello.

Es por eso que el proyecto de investigación que presentamos a ustedes tiene una cualidad novedosa en cuanto a la propuesta pero basada en experiencias anteriores ya contrastadas.

El hecho de que los artistas colaboradores del proyecto aporten su conocimiento y reputación, añade al hecho de la producción de un elemento industrial fríamente funcional y no pensado para agradar, sino tan solo en su eficiencia, un grado estético que lo eleva a una categoría diferente, la de un objeto destinado al disfrute visual.

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