El arte postal de René Heyvaert, forma, función y sentido

Introducción

La búsqueda de integración entre vida y arte, desde las primeras vanguardias históricas y sus ideas utópicas de arte total, llevan a los artistas a investigar nuevas prácticas artísticas que participan de una realidad vivida, cotidiana y social. El entorno postal se presenta como un medio evidente para la experimentación creativa, con su vocación natural de comunicación y difusión y sus propias características formales.

Al igual que numerosos artistas de su generación postmoderna, el artista belga René Heyvaert se acerca a este discreto medio tradicional desde su ineluctable vocación epistolar -motivada por una gran soledad debida a una salud muy delicada-. Las lógicas de su arte postal se insertan dentro de una obra amplia y polimorfa, toda ella ligada tanto a un contexto artístico histórico y geográfico como y especialmente a sus circunstancias vitales. Desde una concepción mínima y cotidiana del arte, René Heyvaert carga de especial sentido sus pequeñas tarjetas, utilizando sus características y su función intrínsecas hacia una idea de creación compartida.

René Heyvaert es mi padre, pero realmente conviví muy poco con él; a muy temprana edad mis padres se divorciaron y nos fuimos, mi hermana y yo, a vivir con nuestra madre al sur de Francia a más de 1000 Km. El se esforzaba en guardar el contacto a través del correo, nos enviaba regularmente largas cartas y unas raras tarjetas que fabrica el mismo, enviadas directamente sin sobre y casi siempre sin texto; con celo las hemos conservado. Mi pequeña colección de sus tarjetas fue la primera motivación de una investigación profunda para una tesis doctoral, a partir de la cual he preparado esta conferencia. Cuando decidí afrontar este proyecto, apenas podía sospechar la importancia cuantitativa y conceptual de esta pequeña faceta dentro de toda su creación.

Al rematar la investigación tenía inventariado más de 170 tarjetas, enviadas a unos 30 destinatarios, entre 1972 y 1984. Pero podemos suponer que quedan aún muchas tarjetas en los fondos de cajones de sus conocidos. Poco a poco se va ampliando el inventario, que quedará inevitablemente incompleto, pues tenemos constancia de que muchas tarjetas no fueron conservadas, precisamente por su carácter limítrofe entre objeto de arte y simple objeto epistolar efímero.

El inventario de su arte postal permite observar cómo este discreto medio se vuelve para René Heyvaert una plataforma de experimentación conceptual y formal vinculada con toda su obra. Todas sus obras guardan cronológicamente relaciones entre sí, desde las más grandes hasta las pequeñas postales… De hecho las tarjetas, gracias a la estampilla de correos, permiten fechar otras obras de características similares. De la misma manera interviene, recortando simples y regulares triángulos, sobre un rollo de lienzo de pintar -referente simbólico de una posible pintura- que sobre una cartulina en forma de tarjeta postal, que enviará lógicamente por correo. Material, función y sentido.

Arquitectura, materia y forma

Cabe recordar la vocación primera de René Heyvaert como arquitecto, profesión que ejerce entre 1955 y 1970 y que abandonará por problemas de salud, además de por su extrema exigencia profesional y su falta de concesión con los clientes. El reconocimiento en 1969 de una minusvalía parcial le permitirá, gracias a una pequeña pensión de invalidez, dedicarse únicamente a su creación artística.

Su visión de arquitecto se traducirá sobre su obra plástica, no solamente por una evidente preocupación por las proporciones espaciales y morfológicas, pero también por una precisión extrema en sus decisiones y acciones, decisiones condicionadas por la interacción natural entre el material, la forma y su función. Esta interacción propia en la arquitectura debe definir la estética final del proyecto. En consecuencia, tal como apunta Bruno Munari, radicalizando las teorías de la Bauhaus, la belleza no depende tanto de equilibrio o armonía (valores y terminología propios de la historia tradicional y “anticuada” del arte), sino del mérito de su forma lógica y de la exactitud en la solución de sus varios componentes. En este discurso de coherencia, “lo bello” es la consecuencia de lo “justo” . La belleza es un destello que resplandece en un acto ético , escribe René Heyvaert.

Por su parte, Marc Dubois escribe que es la manera de construir de René Heyvaert y la utilización minimalista de los materiales, que confieren a sus proyectos una evidencia estética y una fuerza intrínseca. Marc Dubois define esta arquitectura de “povera”, por su minimalismo radical condicionado por la precariedad los materiales, precariedad que como ya hemos señalado caracterizará toda su obra.

En su proyecto para viviendas unifamiliares o pequeños inmuebles, René Heyvaert, siguiendo los preceptos del modernismo existencial, concentra sus esfuerzos en encontrar soluciones entre lo general y lo particular. Concibe sus proyectos, dentro de unos parámetros predefinidos, para unas necesidades concretas y temporales; en este sentido piensa la arquitectura como algo transitorio y modulable. Conoce el Case House Study Program americano, a través de la revista Arts and Architecture; quedará impresionado por estos proyectos innovadores, prototipos de pequeñas casas realizadas entre 1940 y 1950 por destacados arquitectos – Charles et Ray Eames, Pierre Koenig, Raphael Soriano, Craig Ellwood o Richard Neutra-. Se fija especialmente en la eficacia de los sencillos sistemas de construcción, la simplicidad efectiva de los volúmenes junto a la intensidad de su transparencia y luminosidad. Son ilustraciones perfectas del less is more de Mies van der Rohe. En su concepto de “casa prefabricada”, la elegancia de las proporciones coincide con la perfección de la construcción a partir de materiales industriales.

Unos años, más tarde, en 1958, René Heyvaert aplicará estos conceptos para la realización de la casa de su hermano Gilbert, que constituirá un reto personal, y será finalmente uno de sus proyectos principales. Esta edificación está hoy reconocida como uno de las más interesantes de la época en Bélgica.

Los dos hermanos, con la ayuda de unos estudiantes de arquitectura, pretenden construir una vivienda amplia con unos medios económicos muy reducidos. El proyecto se idea en el sentido de autoconstrucción integral, con materiales que puedan manejar ellos mismos. Para ello, se esfuerzan en encontrar soluciones técnicas simples, con la utilización de materiales industriales que puedan economizar tiempo y dinero. Se utiliza paneles prefabricados de fibras de madera para separar los espacios interiores, cuyas separaciones entre la estructura de hormigón están definidas por las medidas de los paneles. Al fin de facilitar la construcción del volumen general, decide poner una escalera exterior y cubrirla de uralita, material funcional y económico, por tanto adecuado.

Se preocupa especialmente de la integración de la casa en su entorno natural, estructura elevada sobre pilotes de hormigón para una mayor protección ante posibles inundaciones, y con grandes ventanales (de doble cristal) sobre magníficas vistas de los campos y canales cercanos. El paisaje y la naturaleza entran en el espacio humano de vida protegida -este interés por la relación entre la natural y lo construido definirá también su obra plástica futura-. René se ocupa desde la concepción general hasta la organización interior –fabricación de muebles empotrados- y también de la decoración, con alfombras y cuadros con motivos geométricos.

Observamos como René Heyvaert integra la obra de arte en el espacio arquitectónico potenciándolo; al igual que lo hará más adelante con un mural de cerámica para un edifico en Denver, Estados Unidos . Además de realizar toda su vida, elementos artísticos ex-proceso para el espacio arquitectónico -tapices, vidrieras-, procurara también presentar e integrar sus obras en su propio entorno vivido. Las obras interactúan en los espacios, sobre las perspectivas, comunican con el habitante pero también con el observador exterior a través de las ventanas. De la misma manera, el arte postal se inserta en un entorno físico real, en su paso por el sistema de correos y por las manos de los funcionarios participes, por tanto cómplices.

Integración Arte Vida

El arte se disuelve en el espacio cotidiano de manera natural y evidente. Las vanguardias del principio del siglo XX preconizaban esta integración global, sacando el arte de sus espacios elitistas y acercándolo al ámbito cotidiano y social. Las ideas de los constructivistas, los dadaitas, los futuristas… de casar el arte con la vida cotidiana, seguidas por las experiencias neodadás americanas del Black Montain College y las europeas de los nuevos realistas, los situacionistas, Fluxus,…, estimulan, en efecto, una serie de mutaciones en los fundamentos de los procesos creativos, que afectan tanto a la evolución de las formas, como a las circunstancias de su producción y de su presentación al público.

La realización artística se funde en el tiempo vital, con obras inseparables de su cotidianeidad y de su biografía, los creadores quieren prolongar la acción de la vida objetiva. Se lanzan en investigar en todos los campos de la creación, en una idea de arte nuevo, de arte total, en un ir y venir continúo entre lo particular y lo universal. Proponen nuevas formas, duraderas o efímeras, obras o acciones, en un giro ético de la actitud artística. Desde el bautismo artístico del objet trouvé de Marcel Duchamp, la música del camión que pasa de John Cage, el fluir de la vida en los espectaculos Fluxus o la reivindicación de la acción con el salto de Yves Klein, la apropiación de la existencia se inscribe en la idea de “obra abierta”, con la implícita adhesión del espectador.

Nos hace falta un arte nuevo, un arte que ya no es arte, sino una realidad. Armando

El arte es lo que hace la vida más interesante que el arte, es natural, puesto que el arte no es sino una actividad más entre otras muchas. Robert Filiou

el arte no es gran cosa, la vida es mucho más importante (…) René Heyvaert

En esta búsqueda de integración entre vida y arte, algunos artistas investigan espacios de actuación alternativos limítrofes entre los ámbitos privados y públicos. Al margen de los circuitos comerciales y oficiales del arte, se apropian de los medios cotidianos de comunicación del mismo entorno social, como los medios de difusión editorial o el servicio de correos… A través de las experiencias de arte postal o de mail art, con evidente vocación de divulgación y cercanía con el espectador, tratan de vencer distancias físicas y conceptuales además de investigar el propio entorno procesual del arte. En efecto, con el formato epistolar, anclado en la proximidad cotidiana y la intimidad de la vida, los artistas buscan una comunicación directa, al fin de indagar mejor en el hecho mismo de la praxis artística y del juego del arte, él del artista con el espectador.

Tal como ya comentamos, el arte postal de René Heyvaert nace a la vez de este contexto histórico como de una imperiosa necesidad vital, desde una soledad obligada. Escribe largas cartas y envia postales a sus amigos y familiares. Pero ¿qué diferencia hay entre las postales tradicionales -a menudo reproducciones de obras de arte- que nos envía con su mensaje escrito y otras, también con alguna reproducción de arte pero esta vez intervenida, marcada por unos pliegues, sobre las que no escribe apenas texto? Parece significativo, si se comprueba, que René Heyvaert envía su primera tarjeta de arte postal desde la 5ª Documenta de Kassel, en 1972, evento como recordamos dirigido aquel año por Harald Szeemann, comisario pocos años antes de la histórica exposición: When Attitudes Become Form “Cuando las actitudes cobran forma”, 1969, en Berna.

Hay que restaurar la continuidad entre esas formas refinadas e intensas de la experiencia que son las obras de arte, con los actos y los eventos de todos los días, decía el filosofo John Dewey.

La tarjeta postal

La comunicación por medio de documentos escritos, enviados de un lugar a otro a través de un intermediario, data de la invención misma de la escritura, en todos sus diferentes soportes, desde las pequeñas placas de barro grabadas, hojas de papiro o vitelas enrolladas, hasta la generalización del uso del papel plegado. Existen sistemas de correos organizados desde la antigüedad. El sistema de correos administrativo y público se generaliza en Europa entre los siglos XVI y XVII. A mediados del siglo XIX, nace la tarjeta postal con el sistema de prepago, inicialmente con el sello directamente impreso encima.

La tarjeta postal es un objeto utilitario, con una función bien definida: su forma y su tamaño relativamente pequeño permiten un traslado fácil en grandes sacos; tiene un formato a tamaño de la mano, la ausencia de sobre permite una lectura rápida. Su función es el envío de mensajes cortos, invitaciones, anuncios de celebraciones o acontecimientos excepcionales. También se dedican a fines administrativos, publicitarios, turísticos, como instrumento documental o de propaganda política…

Se decoran las tarjetas, al principio sobre la misma cara reservada para el mensaje, la imagen era muy pequeña y a menudo recubierta por la escritura, pues el otro lado se utilizaba entero para la dirección postal y el franqueo. A partir de 1905, se permite compartir en una sola cara los datos postales y el mensaje escrito, optimizando el formato de la tarjeta postal dando mayor protagonismo a la imagen en la otra cara entera. La imagen añade “sentido” perceptivo a la función de transmisión textual del objeto… Se ilustran con dibujos o fotografías que se editan con los medios de la época, grabado, litografía, fotograbado…. Pronto los artistas se dejan seducir por las posibilidades de difusión del medio y adaptan sus imágenes a este pequeño formato. En 1889, las primeras tarjetas ilustradas motivan una exposición monográfica en Venecia, en el marco de la III Exposición Internacional de Arte (antecedente de la Bienal de Venecia). Durante todo el siglo XX, los futuristas, dadas y neodadas, surrealistas, nuevos realistas, Fluxus, situacionistas,…, así como numerosos artistas independientes, se apropian del objeto postal para sus experimentaciones creativas de Arte Postal o Mail Art.

Función ritual

René Heyvaert, conocedor de estas experiencias, utiliza el formato postal primero por su función ritual: su vocación epistolar de comunicación, mensaje de recuerdo del remitente al destinatario. El objeto-postal en sí, incluso sin texto, cumple su función. Algunas veces, aprovecha para añadir mensajes propios de las postales, como “Felices fiestas”, o frases cortas, a modo de aforismos. Las imágenes pueden servir también de registro documental (por ejemplo las fotografías de las etapas de su viaje por Estados Unidos).

Recordamos que la vocación epistolar de René Heyvaert se comprende desde su aislamiento y su imperiosa necesidad de comunicación. Desde un temperamento de profunda melancolía, le gusta escribir largas cartas. Frente a estas, sus silenciosas tarjetas en blanco aparecen también muy sugerentes y misteriosas. Y aunque no dicen nada, guardan las características íntimas y secretas de las cartas dobladas y enfundadas en sobres. En su silencio, dicen: “Pienso en ti” – “Piensa en mí”, “Estoy vivo”, “Aquí estoy”… “I’m stil alive” diría On Kawara, en una serie de telegramas que envía durante 1973.

Con sus tarjetas hechas por él, René Heyvaert nos interpela, nos sorprende, nos seduce, desde la familiaridad del tema postal, la banalidad de los materiales y el misterio de sus silencios. El silencio y el poco, de su vida diaria monacal y de su arte. Un este simple palo de madera bien pulido, doblado, posado en una esquina de un cuarto vacío, iluminado por la luz natural exterior, o una tarjeta en blanco, recortada en sus esquinas, alumbrada ella por un sello naranja.

Validación postal y definición formal

Recalcamos la importancia de los sellos, como parte integrante de la obra postal, en su función estética pero también simbólica. Así lo apuntaban ya los artistas Futuristas, a principios del siglo pasado, cuando toman conciencia del valor de participación del propio sistema postal en el proceso de acabado de las obras y como símbolo de validación administrativa. Pannaggi califica los añadidos postales como documentos fiscales, que entran en la composición estética para asumir su función de autentificación oficial.

Los sellos, los estampados y mínimas etiquetas se vuelven parte del lenguaje formal del arte postal. René Heyvaert pega los sellos con un sin fin de variaciones, paralelos, torcidos, ordenados o aleatoriamente bailando. Incluso se atreve a dejar discretamente asomar los dientes del sello más allá del límite del borde del tarjetón.

Igualmente los datos del remitente y del destinatario participan de la obra, visualmente y también simbólicamente. Los datos del remitente sirven de firma y autentifican la autoría, autoría compartida con el conducto administrativo anónimo y sus añadidos, pero también con el destinatario, protagonista final de la re-creación de la obra.

Podemos observar como René Heyvaert juega con los elementos de la burocracia postal, casi siempre dentro de los límites establecidos. En general se ciñe al formato y tamaño de unos sobres tradicionales o americanos. Es en su propia definición formal y funcional que el objeto encuentra su sentido, su energía, su belleza. Las tarjetas de René Heyvaert son especialmente bellas porque su forma se define a través de los materiales, para cumplir con su función y vocación epistolar seductora y artística.

Todo se decide dentro de unas normas y unas funciones precisas y predefinidas; al fin y al cabo, en cierto sentido como en la arquitectura. Todos los elementos útiles, hasta los más banales, participan de la belleza del conjunto. Los sellos y las estampillas en el arte postal, los elementos de construcción en una casa, los tornillos en un mueble, lejos de esconderse pueden destacarse porque forman parte del todo. “lo bello” es la consecuencia de lo “justo”, decía Bruno Munari. El arte encuentra su sentido al fundirse en un entorno social real, vivido, con sus condicionamientos y características formales propias.

Vida, repetición y recreación

René Heyvaert escribe: 1 manzana al día, 48 líneas sobre una hoja de papel. cuatro series de cuatro. Tres ramas en tres trozos partidos otra vez entre tres. permutación, ensamblajes y repetición, como la vida misma.

A partir de la poda de un gran sauce de su jardín, René Heyvaert realiza obras con las ramas; las corta, las pela, las junta con cuerdas o las dispone en fila contra un muro. Dibuja, sobre sencillas hojas de papel de carta o sobre hojas cuadriculadas de cuadernos escolares, series de líneas trazadas a mano alzada, con lápices o rotuladores de colores. Hoja tras hoja, traza líneas paralelas o cruzadas, pasa las páginas y repite con mínimas variaciones. La concentración necesaria despista el aburrimiento. La tensión está en la continuidad, tiempo re-activado insertado en la monotonía de la repetición diaria.

Por las mañanas se instala a su mesa de trabajo para escribir largas cartas, en las que cuenta sus pocos acontecimientos cotidianos o alguna reflexión más trascendental. Alterna la escritura con la fabricación precisa de sus tarjetas. Escribe de una bella caligrafía frases cortas sin mayúsculas, o se entretiene recortando tiras de banal papel blanco, que posteriormente entrecruza para tejer tarjetas de aspecto muy atractivo. Tal como pudimos comprobar gracias a la confección del inventario, René Heyvaert realiza sus tarjetas postales también en series, repite patrones y materiales; establece ciertas lógicas en sus variaciones.

De la misma manera que utiliza, para sus tarjetas postales así como para todas sus obras, materiales ordinarios encontrados en su entorno más cercano, los procesos de fabricación también son simples y evidentes. Son actos repetitivos, casi automáticos, que ocupan la mano, engañan el tiempo y la mente. La repetición se entiende como recreación y meditación, excitación más allá del placer, más allá del dolor. (…) la obra de René Heyvaert se alimenta de la fuente de lo cotidiano para combatir mejor y trascender la banalidad, el aburrimiento, el sufrimiento , escribe Michèle Marchal. Los condicionamientos de su entorno vital nutre toda su obra y da un especial sentido muy perceptible a las series de sus postales.

Seducir y sorprender

A veces envía unas series de tarjetas coherentes al mismo destinatario, espaciadas en el tiempo. En su juego, implica al destinatario que se deja sin duda atrapar, a la espera de la siguiente tarjeta. René Heyvaert quiere suscitar la expectativa y una cierta dependencia. ¿No son la seducción y conquista objetivos inherentes a la actividad epistolar?

René Heyvaert fabrica sus tarjetas con el propósito de agradar y seducir al destinatario, pero también de sorprenderlo, sorprenderlo con la expresión de su presencia, en la que todos pueden reconocerse.

¿qué quiere decir expresarme? es presentar a mí mismo y a los otros lo que me sorprende. me sorprendo ante la capacidad que tengo de representar un espacio y ante mi manera de materializarlo. lo que me sorprende es lo que mejor muestra cómo y quién soy. cuando puedo sorprenderme ante muy poca cosa, soy grande. (…) en lo que hago, los otros deben enseguida reconocerme; y reconocerse ellos mismos.

La fuerza del acto

Poco a poco tama conciencia de que no le importa tanto el resultado, sino la acción misma de la fabricación de la obra. Encuentra en el proceso una experiencia de gran intensidad, en el acto más simple como en el acto más complejo. (…) por tanto puede emanar de la cosa más simple, tanta fuerza y sentido, que de algo más complejo ; por ejemplo, en acciones tan banales como apretar unas grapas, pegar unos trozos de celo o unas bandas de cartón….

cuando apreté las grapas, y pegué el celo y la pequeña banda de cartón, no podía hacer otra cosa que pensar en Zero .

Se refiere al grupo holandés Zero (1957-1966), Aquellos artistas, activos en los años 60, que hablan de zona zero, zona de silencio, en la que debe nacer nuevas posibilidades creativas y perceptivas. Los procesos de realización de las obras se vuelven experiencias cercanas a estados de meditación. Son tiempos de enfatización del presente, de mínimos actos insertados en la vida cotidiana, exaltación del silencio, del blanco, de lo poco, de lo frágil.

En su estado enfermizo de extrema debilidad, sus experiencias toman otra dimensión. Su debilidad es su fuerza. Igual que él sobrevive y resiste, pone a prueba el material de sus tarjetas. Trenza, perfora, recorta, empuja los límites de lo posible, desafía la resistencia de los objetos.

Juegos postales

Nos sorprende cómo aquellas tarjetas de papel recortado, verdaderas filigranas, han podido resistir su paso por el recorrido postal y llegar en perfecto estado. Se evidencia el cuidado que han debido recibir por parte de los empleados de correos, dándoles al fin y al cabo un estatus especial, como si de obras de arte se trataran. Las tarjetas recortadas seguramente sorprendieron a los funcionarios postales pero, gracias a su cuidado y complicidad, resistieron y llegaron enteras, los sellos al aire apenas rozados.

René Heyvaert se divierte en poner a prueba no sólo los materiales, sino también el sistema postal y sus rígidas normas, que poco a poco va provocando y transgrediendo discretamente. Algunas tarjetas se salen de las medidas estándar, por ejemplo, envía en 1978 una larga pequeña tabla de madera -4,5x50cm-, con la dirección del destinatario escrita a lápiz y el sello pegado en una esquina.

En una ocasión un cartero se pregunta por el sentido de un trozo de cartulina rasgada en todo su contorno y en su lógica de cartero piensa que se ha despegado de algún paquete. El cartero anota al dorso de la tarjeta: “parvenue sans anexe”, “llegada sin anexo”. René Heyvaert se divierte de la anécdota.

En otra ocasión, me llegó una tarjeta con restos de pegamento, visiblemente estaba amputada de algún añadido pegado. Cuando le pregunté, él me contestó:

un empleado de correos con especial celo debió de creer que se había pegado una tarjeta postal por accidente a otra, y la despego. (…) esta manera de pegar las tarjetas, una contra la otra, participa de mi última concepción. combino objetos-utensilios entre ellos, por la pura poesía de estos objetos. así considero la cara opuesta (lado destinado al destinatario) de igual importancia que la cara (representación fotográfica) .

Esta aceptación de la integridad de la obra recalca el carácter objetual de sus tarjetas.

Ready Made y Ready Mail

René Heyvaert utiliza desde los primeros momentos tarjetas postales verdaderas (intervenidas con dobleces o recortes), pero es a partir de 1982 cuando toma realmente conciencia de su valor de apropiación como referencia tautológica . Son ready mail, diría Alberto Gonzalez-Alegre. No sabemos si René Heyvaert conocía la composición de tarjetas de Marcel Duchamp, enviada en 1916 a sus vecinos coleccionistas, los Arendt, considerada como uno de los primeros Mail Art.

A partir de 1982 René Heyvaert realiza composiciones espaciales con postales de todo tipo, combinadas entre sí o con recortes de cartulina blanca, a veces de manera ordenada y otras pegadas aparentemente de forma aleatoria, como si estuvieran amontonadas sobre una mesa. También nos sorprende cómo han podido llegar completos muchos de estos montajes.

No solamente reutiliza elementos del entorno epistolar, papel, postales o sobres, finalmente se apropia de cualquier elemento de uso cotidiano. Lanza objetos de ámbito privado y doméstico -útiles de aseo, de cocina o de limpieza…- en el rígido espacio administrativo y público del correo postal. Estas experiencias se inscriben en un contexto histórico artístico que René Heyvaert conoce muy bien, pero también demuestran un carácter manifiestamente lúdico de toda su creación.

Nuestro tío Marc recuerda los comentarios de júbilo de su hermano cuando iba o volvía de la pequeña oficina de correos de Scheldewindeke: ¿A ver si esta vez también pasan? ¿Resistirá esta tarjeta de encaje de papel el traslado? ¿El cartero no va a separar las postales unidas entre sí? ¿Salvará el cuchillo pegado sobre un pequeño círculo de madera, el control de las aduanas españolas?

espero que recibas el cuchillo de cocina que te envíe ayer. que la aduana española no lo confisque, o que no quiera remitirlo por tratarse de un objeto peligroso. dime pronto si lo recibes o no, tengo mucha curiosidad. ya que además pienso que es el objeto más bello que jamás te he enviado. tuvo ya gran éxito por parte de mis amigos, pues lo colgué en mi cocina durante una semana, no pudiendo separarme de él .

El cuchillo llegó a buen puerto, a la calle Quiroga Palacios de Santiago en 1982, aunque el cartero español anotó sobre la tablilla de madera “falta personal”. El detalle como siempre interesó a mi padre. Le divierte y le entretiene. Pues su actividad postal no solamente resulta una trasgresión hacia el exterior, sino también revuelve su orden cotidiano.

Con mínimas intervenciones desvía objetos ordinarios de su funcionalidad y los arrastra hacia la zona fronteriza del arte . Transforma un tenedor en una elegante pequeña escultura con su pedestal. Nos conmueve la belleza de las tarjetas hechas con vulgares papeles pintados, para él prototipos del mal gusto pequeño burgués.

Como destacan los comisarios de la exposición “El fabuloso destino de lo cotidiano” , en la que mostraron piezas de René Heyvaert junto a obras de artistas y diseñadores, entrenemos con los objetos que nos rodean unas relaciones privilegiadas tanto por su función utilitaria o intelectual, como emocional.

Regalos para las manos. Forma, función y sentido

René Heyvaert fabrica sus obras postales manualmente para el beneficio de una mano. De dimensiones reducidas son como las de un obsequio que se entrega en mano, de algún modo su forma es la de un pequeño regalo. Un regalo táctil. La mano receptora es la primera enterada. El tacto es el sentido más antiguo y el más urgente, dice Diane Ackerman .

Podemos imaginar el destinatario pasando automáticamente su mano por la abertura del buzón, y percibir como siente con la punta de los dedos la recepción de una nueva tarjeta. Le rozan los dientes de los sellos, intenta adivinar su forma singular y el material usado esta vez. ¿Papel trenzado o madera pulida? Curiosidad e impaciencia infantil, como la de Walter Benjamin cuando introducía en su infancia en Berlín su mano en lo profundo de un cajón y se recreaba dejándola jugar hacia la revelación emocionante . Entonces el atento destinatario coge el presente y, tarjeta en mano sopesa su poco peso, advierte el frió del metal, aprecia el calor de la madera, descubre las texturas: la rugosidad del cartón, lo glaseado de la cartulina, el vello de las cuerdas, las astillas de la madera o al contrario los bordes repulidos. Son calidades físicas y morfológicas que se encuentran en todas sus obras.

¿Podrías contentarte con saber que la mano de tu amada tiene 37º? Escribe en una carta.

Podemos imaginar la experiencia de Lieve o de Noël, extrayendo de su buzón la pareja de tarjetas, confeccionadas especialmente para ellos: experiencia total, física, visual, emocional, intelectual. Y puedo intentar transmitir mis recuerdos tangibles de la recepción de mis casi 30 tarjetas.

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